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miércoles, 20 de octubre de 2010

Los niños, esos grandes desconocidos... ( Kids that big strangers...)


Los niños son esas pequeñas criaturas que habitan a nuestro alrededor, van a nuestros colegios, viven con nuestras familias y vecinos y hacen la vida más amigable para los dias en los que vivimos...aportan ese toque de inocencia, sinceridad absoluta, y vida que a veces no encontramos en nuestra rutina diaria y que deberiamos poseer más a menudo.
Son esos seres que si tienen que sacarse un moco, no se aguantan las ganas y se lo sacan delante de quien sea y que si su madre les dice que es una mentira piadosa, siempre acaban destapando la falacia... juegan, se divierten, aprenden, bailan, cantan, se relacionan...son felices con sus cosas...
(Kids are that little criatures that live with us, that go to our schools, that live with our families or our neightbours and they make life more friendly for the days in that we live now... they give that innocence, absolut sincerity, and pure life that sometimes we don´t find in our day to day and that we must have more.)




Esas personillas con ese carácter desenfadado que hacen tanta falta en este mundo, son mi futura profesión y por tanto, una gran parte de mi vida a la que voy a dedicar mucha ilusión y ganas, porque en realidad, los niños de hoy, serán los adultos del mañana, y habrá que cuidarlos para que puedan con el mundo un dia no muy lejano...
(That little persons with that funny mood that are so neccessary in this world, are my future proffession and, for that, one big part of my life for I would dedicate a lot of ilusion, because actually, kids of today, wolud be the adults of tomorrow, and then, we must take care of them...)


miércoles, 6 de octubre de 2010

Caperucita Roja

 Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
    Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
    Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...
    De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
- No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
    Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
    Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
    El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.
    La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
    Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.
    El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.
    Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.     
    En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.